Noviembre de 1904
LOS estudios que publico en esta edición, no forman una obra coherente. El primero de ellos fué escrito en 1902. El segundo, por su carácter, y también por un propósito deliberado, no analiza en todos sus desarrollos el tema que debiera examinar. El polemista tiene por fuerza que seguir las ideas que discute, y en este camino se pierde la concepción de un plan armónico. En la imposibilidad de satisfacer, simultáneamente, fines diversos é inconciliables, dejo para después la continuación del segundo de mis estudios.
Advertiré, además, que si alguien me señalara discrepancias entre uno y otro estudio, esto no me sorprendería Escribo sin objeto preconcebido, y en mis investigaciones, anoto los resultados, sin pensar si éstos son favorables á la causa popular ó al héroe aplaudido. Aun en la polémica, pretendo hacer papel de crítico y no de combatiente. Vale más descubrir que triunfar.
Las siguientes páginas son materiales para estudios más serios y meditados. Juárez, por su grandeza, merece investigaciones que hagan indemne su memoria á los intentos de adulteración histórica. Debe ser discutido antes de que su glorificación cristalice en formas de admiración mística. Los que atacan á los grandes hombres, no dañan tanto como se cree comúnmente. Cromwell se levanta sobre dos siglos de imposturas. Los que fabrican mitos sí son perjudiciales, porque inclinan al público del lado hacia el que cae naturalmente. Se ha hablado en estos días del valor social de la fe y de la utilidad del culto á los héroes. ¡La fe y el culto! La fe, polla fe misma, no salva: es fuerza que la fe ilumine, y que el culto no degrade. Ciertos apóstoles de idealidad— ¡apóstoles de una idealidad que se alquila!—dicen que las leyendas son fecundasen proezas. Perdonad, señores; pero habéis olvidado que Guillermo Tell es hijo del heroísmo, que el Romancero es hijo del heroísmo. La leyenda de Guillermo Tell y la del Cid no repetirían los prodigios que los engendraron.
Pero volvamos á Juárez. Su vida no ha sido rehabilitada. Pertenece aún á la pasión de los contemporáneos. Detractores y panegiristas, hablan hoy del héroe como loa sectarios de 1861. Y aun es más violento el debate que presenciamos. Los paladines de la religión ofendieron á Juárez más que el Sr. Bulnes. Los admiradores del ilustre presidente no habrían llamado réprobo, con teológica saña, al que hubiera disentido de la masa ortodoja en 1871.
No me juzgo digno ni capaza de influir en la opinión de mis contemporáneos; pero como es un deber entregar todas las fuerzas y todo el amor a la causa que se sigue, he resuelto poner al servicio de la verdad histórica mi laboriosa dedicación. El primer fruto de ella será, si nada me lo impide, la ampliación de mis estudios sobre la obra de Juárez, incluyéndolos en el libro que preparo—Ideas políticas y sociales de los constituyentes.
Méjico, noviembre de 1904.
C. PEREYRA.
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